-Yito, ¿que son fatiseos?
-¿Fatiseos?
- Si, esos que bailan en
las calles.
-Aaah fariseos, emmm
estem pues ellos emm son emm…
-¿Son mostros?
-No, ellos no son
monstruos, pero tampoco son como nosotros…
-¿Son ángeles o demonios?
-Emmm, ninguna de los
dos, mira te contaré una historia…
Hace mucho tiempo pocos
hombres sobrevivieron durante el gran diluvio, solo aquellos allegados a Noe
que tuvieron un alma pura y aquellos que se acercaron a otro poder que no era
el de dios…
Cuando el Innombrable se
dio cuenta que Dios pensaba dejar caer un diluvio si los humanos continuaban
con su degeneración, inculco en un
puñado de hombres los mas viles principios: envidia, crueldad, racismo,
avaricia, promiscuidad para que los esparcieran entre sus tribus y asi Dios se decidiera
a dejar caer el diluvio.
A cambio de sus almas se
les prometió cuidarlos cuando el momento llegara, para que ellos no perecieran
en el gran evento.
Cuando el diluvio cayo
ellos fueron protegidos como se les prometió, pero cuando todo paso fueron
dejados a la vista de dios y sin protección alguna.
Dios juzgo aquellos seres
repulsivos por no tener alma, los miro sin objetivo alguno ni bondad en sus corazones,
miro tristeza en sus ojos y una pena inmensa. Su castigo debería ser eterno,
pero Dios en su incomprensible misericordia les otorgo una nueva oportunidad: Serian medidos con una vara del árbol que ellos
mismos sembraron. Se les permitió tomar de nuevo sus almas, pero para ello tenían solamente que cruzar el Río
Santo, que en sus aguas solo podían nadar seres de alma pura y sin mancha.
Ellos no eran puros ni
siquiera tenían alma. Existía otra única manera de cruzar: através de una
lancha, pero el peaje que se pedía era equitativo a la impureza del ser.
A cada uno se le pidió
cuarenta veces la cantidad del arca de Noe llena de monedas para poder cruzar.
Las monedas solo las
podían adquirir gracias al buen corazón de los humanos, no podrían adquirirlas de
otra forma y solo se les permitiría caminar por el mundo cuarenta días al año
para recabar su cuota.
Si una persona normal
viera sus rostros vería en sus ojos su falta de alma, lo que causaría terror y
jamás podrían juntar su cuota, por eso llevan mascara.
No hablan porque ellos ya
no tienen voz, ya que la voz es la interpretación de nuestros pensamientos por
parte de nuestra alma.
Por eso cada año veras
menos, porque poco a poco algunos logran obtener suficientes monedas para pagar
el peaje de regreso hacia su alma…